jueves, 2 de abril de 2009

LOS DOS HIJOS


Conversión.
Mateo 21, 28-31

Sentido histórico de la parábola

Tiene un sentido histórico muy preciso: la clave la da la advertencia que dirige Cristo a los sacerdotes y ancianos del pueblo: Les aseguro que los publicanos y las mujeres de mala vida llegarán antes que ustedes al reino de los cielos.

Los dos hijos representan dos tipos de personas: los fariseos, escribas y príncipes de los sacerdotes por un lado; y los pecadores y publicanos por otro.

Estos, después de resistir a Dios, se convierten y se someten a El. Los otros, diciéndose justos, no cumplen la voluntad divina. Esta es la razon de por qué los “pecadores” precederán a los “justos” en el reino de los cielos.

Junto al sentido propiamente histórico, la parábola desborda otro sentido más universal e intemporal. Y es el sentido que nace, al margen del contexto, de la actitud en sí y por sí, asumida por los dos hijos que protagonizan el relato de Jesús.

Los dos hijos tipifican, en efecto, una actitud alternada de conversión y desconversión que es variante eterna del hombre.

La mayoría de quienes se entregan a Dios no suelen hacerlo de modo definitivo y perdurable. Con frecuencia la vida es un tejido de conversiones y desconversiones.

Evidentemente nuestro egoismo y debilidad nos obligan a asumir la conversión como una tarea de toda la vida. Una tarea, humilde y valiente a la vez, en pos de Aquel que “no fue sí y no, sino solamente sí” (2 Corintios 1,19)

Dentro de casa uno de nosotros hay un signo de contradicción: dentro de nosotros pelean Cristo y el Anticristo. Es decir, las exigencias del evangelio que entran en conflicto con nuestros instintos. Con nuestros reflejos animales, con nuestras instancias biológicas. Hay una lucha entre el amor y el desamor, entre la verdad y la mentira, entre la justicia y la ambición.

Nadie puede elegir a Cristo sin que Cristo se le convierta automaticamente en signo de contradicción. Acordémonos: “No he venido a traer paz, sino espada”. Y siempre que le damos a Cristo un lugar en nuestra vida, está El luchando con nosotros contra el Anticristo que hay en cada uno de nosotros.

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